1. Enterró fotos, bailó desnuda, bebió tinta. El psicomago sonrió satisfecho. “Estás curada”.
Pero las sombras seguían allí, susurrando. No era magia, ni terapia. Sólo un teatro oscuro donde los miedos jugaban a ser dioses... y ella era la ofrenda.
2. Quería olvidar y ser olvidado, así que siguió el ritual al pie de la letra: pañuelo, sangre, cenizas.
Al día siguiente, su reflejo lo miró con extrañeza, como si nunca antes lo hubiera visto. Su nombre se desvaneció de los labios ajenos.
Había sanado, decían. Él supo que había dejado de existir.
3. El psicomago le recetó coser su sombra a la suela de los zapatos. "Así nunca volverás a perderte", dijo.
Funcionó… hasta que la sombra comenzó a caminar por su cuenta, arrastrándole a lugares que no quería visitar.
Nunca más pudo escapar de sí mismo.
4. La anciana prescribió un acto psicomágico: enterrar su miedo bajo la cama.
Al día siguiente, despertó con la tierra removida y una enorme fosa abierta. Dentro, algo respiraba.
Su miedo había echado raíces… y ahora, acechaba bajo la cama.
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