Nos movemos entre extrañar y anhelar,
como un péndulo
oscilando entre dos vacíos,
uno con la forma exacta de quienes fuimos,
otro con la silueta incierta de lo que nunca será.
Extrañar
es tomar en el aire una llave
que ya no abre nada.
Anhelar
es intentar forzar las puerta
de castillos de arena.
Nos sostenemos en la inercia del vaivén,
entre las migajas todavía cálidas de la nostalgia
y espejismos de futuros
que se deshacen en la boca.
Pero a veces,
en el instante mínimo
en que no extrañamos ni anhelamos,
cuando el péndulo se detiene en el aire,
nos encontramos de verdad:
Y entonces,
todo pesa
un poco
menos.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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