El viento aúlla y levanta polvo por todos lados. Las rodadoras recorren la calle como bandidos. Acomodo mi sombrero, entrecierro los ojos y entro en la tienda.
La dependienta asiente, sabia del riesgo. “Pan y leche,” murmuro. Pago con un billete polvoriento. Al salir, el aire ruge: duelo inminente.
Me aferro a la bolsa… y corro a casa. Hoy sobreviví al desierto.
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