Despierto,
la madrugada me sacude
con el frío de una ausencia que no entiende de abrazos,
y busco tu calor.
No por inercia,
ni por la costumbre de más de un cuarto de siglo,
no son las cadenas suaves de la rutina;
es la urgencia de sentir tu piel,
el hambre de enredar mis dedos en tu cabello,
de beber de tus labios.
Nosotros,
que no cabemos en etiquetas
ni en normas,
somos mucho más que dos.
Libres,
sin cerrojos,
sin miedos.
Somos cómplices en este juego de no pertenecer,
de ser viento y agua,
fuego y ceniza
luz y sombra.
Recuerdo las noches
de charlas que nacían en la luna
y morían en la orilla de tus cosquillas...
Noches de verbos que no cerraban, teorías que se escapaban
como luciérnagas al abrir el frasco.
Noches solemnes
y otras de sonrisas apenas dibujadas,
de miradas que desnudan el alma,
de silencios que hablan por nosotros.
Gracias
por reinventarte en cada amanecer,
por construir y deconstruir el mundo conmigo,
por ser maestra y aprendiz en este caos hermoso,
por compartir el viaje,
por brillar con esa fuerza que ahuyenta mis sombras.
Te amo.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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