No tuvimos relojes, ni días, ni nombres.
Fuimos un calendario vacío,
donde las horas se arrastraban sin contarse.
Tus bajos estándares y mis altas expectativas
eran el circo perfecto:
yo, el payaso; tú, la acróbata,
saltando de un sueño al vacío,
sin red, sin plan,
sin calendario que diferenciara
los días buenos de los malos.
Hoy es el día de los inocentes, pero no me importa.
Llámame necio, crédulo, iluso.
Quiero arriesgar el alma en un juego del destino,
porque si este día es para bromas,
quiero que la mía sea
pedirte comenzar de cero
con la seriedad de quien ama.
Siempre fui un desastre, pero nunca fui cobarde.
Y si vuelvo a cruzarme contigo, más allá de mis sueños,
es porque la vida no sabe cómo arrancarte de mi costado.
No quiero un déjà vu de nosotros.
Quiero lo que espera más allá del limen de las madrugadas.
Quiero una fecha, una cicatriz en el tiempo,
que grite que aquí comienza todo.
Dame esta vez tus dudas, tus días malos,
tu sonrisa,
esa que evita que me odie a mí mismo del todo.
Hagamos un trato:
yo no seré un idiota,
y tú no serás un recuerdo.
En mi caos también hay espacio
para amarte con precisión.
Porque esta vez, mi amor,
la fecha no será para olvidarse.
Esta vez,
si quemamos todo,
quiero que quede una fecha grabada en piedra
cuando el viento se lleve la ceniza.
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