La princesa en su castillo,
tenía mil pretendientes.
Comandantes de a caballo
y hasta rajás del oriente.
Su castillo era en el aire
una promesa de amores,
gozando de los donaires
de los más grandes señores.
La princesa no tenía,
ni un momento para sí.
Danza, teatro, canto, magia…
¡No hay tiempo para vivir!
En la lóbrega mazmorra,
del castillo encantador,
entre basura y chatarra,
vivía un triste señor.
No era rajá de oriente,
ni príncipe encantador,
No era fiero combatiente,
ni de tierras gran señor.
Era un pobre tejedor,
que hilando pasaba el día.
Y que mil cuentos sabía,
para contar por montón.
Una noche la princesa,
el castillo recorría.
pues el sueño no podía,
conciliar la niña bella.
Todo el castillo miraba,
y al final del corredor,
encontró del tejedor,
la fría y lóbrega morada.
Entró despacio a la celda
y sin que nadie la viera,
escuchó la historia bella,
que aquel tejedor narraba.
Se prendó de sus historias
y en sus noches de desvelo,
regresaba a la mazmorra,
para conciliar el sueño.
Dejó atrás sus mil tareas,
Dejó atrás los pretendientes.
Sólo quería esas historias,
que narraba el penitente.
La princesita enfermó,
pálida languidecía
y ni el sabio rey sabía,
oportuna solución.
Mandaron traer doctores,
magos, sabios, y remedios
pero ninguno de ellos
supo aliviar los dolores.
De la mazmorra salió,
aquél tejedor de sueños.
Que calmaba los desvelos
de la princesa en dolor.
Dijo ser un mago oscuro
que hechizado ha a la princesa
sus cuentos eran conjuros,
para hacer de ella su presa.
Quería casarse con ella
y llevarla a su morada,
que en una colina helada
se hallaba entre las estrellas.
El rey no quería ceder
pero la niña moría,
y antes de fenecer
el mago ya la tenía.
Se la llevó a su morada,
al norte entre las estrellas.
Nunca más se supo de ella
ni de su vida labrada.
Tengan cuidado princesas,
con los mágicos cuenteros.
son fatuos, son embusteros,
que buscan fáciles presas.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Agradezco tu visita y comentarios!