En la playa, donde las olas susurraban secretos al viento, se encontraron dos almas solitarias. Él, un navegante de historias olvidadas, con los ojos llenos de horizontes lejanos. Ella, una sirena terrestre, su piel con aroma de sal y arena, llevaba consigo los misterios de las profundidades. En ese fugaz encuentro, ambos sintieron que se conocían desde siempre.
Ella encontró la calidez de la tierra en sus sueños marinos, mientras que él encontró su ancla en la profundidad de su mirada. Un hilo de plata los unía, un hilo con el que tejieron un relato donde las mareas se abrazaban con los cielos, y cada caricia era un capítulo escrito en la piel y el corazón.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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