Armado únicamente con una linterna, Iván entró sigilosamente en la vieja casona. A medida que avanzaba por los pasillos oscuros, las sombras jugaban con su mente y los susurros del viento parecían susurros distantes.
Finalmente, llegó a una habitación en el segundo piso. Al abrir la puerta, una sensación de nostalgia lo envolvió.
La habitación estaba llena de polvo y los muebles estaban cubiertos con sábanas. En el centro había una cama, y en una cómoda junto a la ventana yacía una fotografía enmarcada. Iván se acercó y la levantó. En la foto se veía a una familia: un hombre, una mujer y un niño. A medida que observaba la fotografía, sintió una conexión con aquellos extraños. Cerró los ojos e imaginó cómo sería haber vivido en esa época. Fue entonces cuando sintió una brisa fría y un escalofrío recorrió su espalda. Los fantasmas del pasado no habían abandonado la habitación.
Iván, no estaba ahí para hablar con los fantasmas del pasado, había llegado a recuperar su historia, él era el niño de la fotografía. Cierto que no recordaba haber formado parte de esa familia, ni siquiera recordaba el día que disparó la escopeta en contra de sus progenitores, pero después del orfanato y varios hogares de acogida, ahora estaba listo para comenzar de nuevo.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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