Cada vez que la soñaba, ella volvía con los ojos vacíos y la sonrisa intacta.
— No has cambiado nada —le dije.
—Yo sí te rompí —respondió.
Me desperté con vidrios en la cama y sangre en la boca. No la soñé más.
Dicen que hablo dormido.
A veces sueño que convertido en cristal, estallo en mil pedazos.
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