Cruza el lugar con el descaro de algo que no debería existir.
Avanza con la elegancia de un veneno que aprendió a volverse deseo.
No camina, se desliza, como una sombra, su aliento es especias y peligro,
su piel se disuelve entre luz tenue, como promesa de un incendio lento.
Sus labios florecen, desnudos, una promesa de problemas.
Sus palabras son un trago que entra suave y deja fuego en las entrañas.
Cuando la veo tras el cristal de un vaso que no toco ya la estoy bebiendo.
Es líquida, etérea, imposible, pero me invade los pulmones con sólo nombrarla.
Habla con la voz de los delirios, una brisa que silba secretos
sus palabras son un filo, un goteo lento sobre la piel, un augurio
que sólo entenderé cuando sea tarde, y su risa estalle en mi pecho
y me haga dudar si estoy dormido, despierto o muerto.
No se entrega, se evapora… La busco, claro, como un idiota,
pero es sólo un resplandor bailando entre el azúcar y el humo, un espejismo.
Y aún así la sigo buscando, porque mujeres así no se beben,
te beben a ti,
y te dejan vacío,
esperando
otro trago.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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