por donde se desangra la luz de la luna.
La ciudad se niega a callar,
música lejana se restriega en el asfalto,
en las paredes sudorosas de grafitis callejeros.
En el bar de mis insomnios,
los pecados se desnudan sin testigos:
cada palabra es un cuchillo
afilado por la soledad.
La musa no está en la esquina
ni en la flor que agoniza entre grietas.
Me susurra desde las sombras:
Ven, lame la herida de mi deseo,
mastica mi hambre, conviértete en mí.
Intento atraerla, atraparla,
envolverla con mis palabras rasposas
de deseos insanos.
No es ternura, es rebeldía...
Ella ríe como una botella quebrándose:
aquí, hasta los suspiros
llevan cicatrices.
Entre abrazos que son prisión
y charlas sin sentido,
la vida se revela en matices cínicos:
es una herida que se niega a sanar,
la verdad desnuda
en un mundo decadente
donde sobrevivir
es el único
acto
de fe.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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