lunes, 16 de diciembre de 2024

otoño

Nadie pisa las hojas por costumbre.
Lo hacemos porque algo dentro pide crujir,
porque buscamos un eco, aunque sea breve.
Yo, aunque ya no persigo huellas,
aún recuerdo cómo sonaban cuando corrías hacia mí.

Te han robado las llaves del asombro,
y caminas en silencio, sin memoria.
Despiertas con un sueño olvidado:
indeleble, pero distante.

Pero sé que algo en tu voz resiste,
una grieta pequeña, luminosa.
El rumor de quien quiso ser incendio
y ahora abraza el calor de las cenizas.

No es que el amor se apague,
es que aprendemos a cerrar los ojos
cuando las memorias arden
y las palabras queman más que el silencio.

Las hojas en otoño siempre esperan,
aunque tú no las pises.
Aunque mires de lejos,
con la prisa de quien teme que el pasado le alcance.
Las hojas del otoño saben regresar
sin permiso, sin rencores.

Y si un día te atreves,
si regresas a los libros que quemaste,
descubrirás que no era el sueño lo importante,
sino las hojas, los ecos,
y el crujir que aún guarda tu nombre.
Twitter: Owiruame

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