palabras dispersas en páginas que nunca llegaron.
Tú eras el ruido de una vieja máquina de escribir,
y yo,
un trago olvidado a medias,
vacío, inútil, amargo.
Entre letras y pausas,
el
silencio
nos
borró.
Nos dejamos llevar como el humo de una vela apagada,
como si la piel supiera más de la vida.
Barcos de papel flotando sin rumbo en un arroyo de lluvia ya olvidada,
confiando en un naufragio que valiera la pena.
Pero ahí,
en el vacío del todo que no fuimos,
la nada aprendió a querernos:
con la ternura de un vaso roto
y la paciencia de una planta que crece en las grietas del concreto.
Y aunque ahora somos cenizas de lo que no ardió,
todavía algunas noches,
el viento trae como un lamento,
el eco de lo que nunca supimos decir.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Agradezco tu visita y comentarios!