Me haces imaginar que te beso y que me besas, que mis manos te recorren lentamente, mientras nos susurramos al oído gemidos indecibles y arcanos.
Me invitas a soñar que nuestros labios se rozan, apenas un suspiro, pero en ese toque ligero arde un fuego atávico, un canto secreto que sólo los entendidos pueden descifrar.
Me empujas a desear que en el silencio de la noche, nuestros cuerpos se encuentren en un abrazo de sombras y deseo. Que tu aliento se mezcla con el mío, creando una niebla de pasión que nos envuelve.
Me induces a sentir tu piel vibrar bajo mis dedos, una melodía silente que sólo se ha escuchado en la nada, desde cuando éramos dos almas que se buscaban en la penumbra.
¡Provocadora! Sabías bien que nuestra historia, de hace siglos, volvería a encenderse con la misma intensidad, reviviendo en cada beso la llama inextinguible del deseo que vivimos.
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