Ya estabas en mis labios. Antes de que el día se apagara, como un presagio que no supe leer a tiempo.
Te busqué en los rincones donde el humo se pierde, en las historias rotas de otros, en el fondo de los vasos que nunca terminé de vaciar.
Llegaste rotunda, inevitable definitiva, como la última carta que cae cuando el juego está perdido.
Tu boca es un sigilo que entendí tarde, un mapa sin norte que quiero seguir, aun sabiendo que no hay regreso.
Ahora camino con el eco de tus letras, la certeza absurda de que todo está marcado y la duda constante de si debí saberlo antes.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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