Para Rodrigo
Los viejos somos dinosaurios,
masticando helechos secos
bajo un cielo de cenizas,
ignorantes del perfume
que comienza brota en la hierba.
Vemos surgir cosas
que nunca serán nuestras:
angiospermas tecnológicas, ideológicas, disidentes,
raíces de un terreno que no sabemos morder.
Las flores no llegaron tarde,
son nuestras garras
las que olvidaron sostenerlas con curiosidad.
Nos quedamos con lo que conocemos:
hojas que crujen como nuestros huesos.
El paisaje cambia mientras parpadeamos.
No lo notamos hasta que las ramas
no son las mismas,
hasta que las flores tienen nombres
que no sabemos pronunciar.
Los jóvenes las llevan en el pecho
como si fueran suyas.
Y lo son.
Quizá las flores no eran necesarias para los dinosaurios,
como nuestras viejas ideas son todo para nosotros.
Pero el mundo sigue cambiando,
y nosotros, fósiles vivientes,
nos rompemos los dientes
intentando masticar semillas
que no germinan en nuestras entrañas.
Quizá en otro ciclo aprenderemos.
Volveremos sin ser fósiles,
huesos cubiertos de tierra y nueva hierba
que no entendemos.
Quizá un día seremos flores,
y en nuestro aroma quedará
un eco de los dinosaurios
que las pisaron sin saber
lo que serían.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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