Hoy,
la distancia es un rumor lejano,
una excusa que ni los amantes rotos consideran.
La realidad, es una vieja arpía de lengua afilada,
que me grita desde una esquina,
pero no la escucho.
En el limen de la noche,
te dibujo con manos que nunca aprendieron paciencia,
pero conocen el camino.
Quiero sentir el calor de tu piel,
esa promesa que nunca llega tarde,
y colarme en tus sueños
como un perro callejero buscando abrigo,
como quien ha probado la ausencia
y no quiere repetir la maldita historia.
¡Qué ganas de caer!
De perderme en la trampa de tus piernas,
donde el tiempo se reduce a cenizas,
y lo único real
es ese segundo donde nos desgarramos la piel y las ganas.
Hoy, no hay kilómetros,
ni muros, ni relojes.
Sólo este deseo que me atraviesa,
y la certeza de que,
aunque no estés aquí,
ya eres mía.
Llámame loco,
prosaico,
idiota,
o esclavo de una sed que no razona,
pero sé que en ti
habita algo más que deseo:
el vacío de las soledades añejas,
y un sigilo que
sabe a eternidad.
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