«Hombre ideal busca mujer imaginaria para una vida de ensueño» ― Leyó Aislín.
El anuncio del periódico local que había llamado su atención, claramente decía: Hombre ideal busca mujer imaginaria para una vida de ensueño.
Aislín leyó el anuncio varias veces. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Una mujer imaginaria? ¿Era esto una broma?
Decidió llamar al número del anuncio. Una voz varonil respondió:
― ¿Hola?
― ¿Eres el hombre ideal que busca una mujer imaginaria?
― Así es, soy yo. Es interesante que hayas respondido a mi anuncio.
― Es interesante que lo hayas publicado.
― ¿Te gustaría que nos conociéramos?
― Claro, ¿Podemos vernos en algún lugar del centro?
― ¿Qué te parece si nos vemos en el café de las Horas Perdidas, que está frente al parque de las amapolas y valerianas? ¿Te parece bien el viernes a las seis de la tarde?
― Me parece perfecto, ahí nos vemos.
Aislín llegó al café de las Horas Perdidas puntual, en la mesa del fondo estaba él, no podía ser otro, era tal y como lo había imaginado.
Daylon (su hombre ideal) se puso de pie y le invitó a sentarse. Ella le miraba con cierta incredulidad, ¿Sería posible?
Pasaron la tarde conversando, nadie sabe de qué… Y nadie les volvió a ver después de ese encuentro.
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