Sergio se sentó en la banca del parque, mirando a los niños jugar. Recordó cuando él era pequeño, y pasaba los días corriendo y jugando con sus amigos. Su madre solía cantarle una canción, una canción que lo hacía sentir feliz y seguro.
La canción era sencilla, pero tenía una melodía hermosa. Su madre la había aprendido de su propia madre, y ahora la cantaba a su hijo. Sergio podía escuchar su voz en su mente, clara y dulce como el sonido de una guitarra.
Cerró los ojos y se dejó llevar por los recuerdos. Recordó los días de verano, jugando en el campo con sus amigos. Recordó las noches de invierno, sentados alrededor de la chimenea, escuchando a su madre cantar.
Y llegada la noche la escuchó, su voz estaba en el viento. Memorias de la niñez. Era la misma canción... Sergio abrió los ojos y miró al cielo. Las estrellas brillaban como diamantes en ese manto azul oscuro.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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