La tarde era un poco fría, pero el sol brillaba con intensidad. La joven caminaba por la calle, disfrutando del ambiente. De repente, vio a un hombre que le resultaba familiar. Se acercó un poco más y se dio cuenta de que era él. Él ya era historia.
Se quedaron mirándose durante unos segundos, sin saber qué decir. Finalmente, él fue el primero en hablar.
Hola, ¿cómo estás?
Bien, gracias -respondió ella, con un tono de voz un poco frío.
Me alegro de escucharlo -dijo él-. ¿Te apetece tomar un café?
Ella dudó unos instantes, pero finalmente aceptó. Se sentaron en un local cercano y empezaron a hablar.
Hablaron de sus vidas, de sus trabajos, de sus amigos. Al principio, fue un poco incómodo, pero poco a poco la conversación fue fluyendo.
Se dieron cuenta de que todavía tenían muchas cosas en común. Se reían de los mismos chistes, se emocionaban con las mismas cosas.
Al final de la tarde, se despidieron. Ella se sintió un poco confusa. Por un lado, estaba contenta de haberle visto de nuevo. Por otro lado, también sentía un poco de tristeza.
Su corazón estaba dividido: por un lado, le pedía que olvidara, pero, por otro lado, le empujaba a volver a empezar.
No sabía qué hacer. Lo único que sabía era que no podía olvidarle.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Agradezco tu visita y comentarios!