En las noches, cuando el mundo está en calma, me concentro y te invoco. El espacio frente a mí está vacío, pero te deseo allí.
Te recreo con los ojos cerrados, ignorando el silencio que me rodea. Una, diez, cien, mil veces digo tu nombre. Mi conciencia se desvanece y, lentamente, apareces.
Suave y etérea, sutil e inacabable. Me abrazas, enciendes mi corazón y el eco de tu voz resuena en todo el universo. Eres magia... Te abrazo con esa fe. Mis manos en tus caderas encienden un fuego que nos consume.
Nuestro universo se expande. Tu mirada me llena de paz y tu aliento me da vida. Eres mi hogar, mi refugio, mi amor.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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