Me visto de tu cálida voz.  Tus palabras son mi comida y bebida.  Cuando te escucho, la noche se llena de estrellas y luciérnagas.
De tu boca salen palabras bellas, sagradas, jamás pronunciadas.  Miro tus labios abiertos y sonrío; seguro estoy que de ellos brotará el verbo que me hará libre.
Silencio.  Te suplico, no calles.
Con tu voz me atrajiste, con tus palabras me has atado.  Si llegase a escuchar mi nombre en tus labios me rompería en mil pedazos.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame

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